Katiuska abraza a sus katiuskas que su madre le recuerda llevar en el viaje.

Katiuska abraza a su familia y se despide de ella. Marcha ilusionada creyendo que el futuro le deparará una mejor vida en otro lugar. Acompañada de su maleta recorre kilómetros y kilómetros bajo nieve, viento, frio, oleaje... Pero ella no se rinde, su objetivo es conseguir una vida mejor. Exhausta se desploma sobre su maleta. Al despertar adormilada atisba una flecha que le señala una casa. Piensa que allí encontrará su sueño. Al cruzar la puerta siente que no es lo que buscaba. Siente que su vida da un giro inesperado. Le arrebatan su maleta al mismo tiempo que le arrebatan su identidad. Desde ese momento todo tipo de hombres frecuentan noche tras noche su oscura habitación con un objetivo en común, apoderarse de su cuerpo y de sus sueños. Una mañana, desayunando junto a sus melancólicas compañeras consigue recuperar sus katiuskas. Al olerlas es transportada a su hogar. Katiuska lucha con todas sus fuerzas por salir de ese lugar hostíl.